Una mala maña

La voz y la atenuación, una reseña de "Pajarito" de Claudia Ulloa Donoso

La semana pasada Luis Othoniel, de El Roommate, publicó un ensayito/reseña que escribí sobre Pajarito de Claudia Ulloa Donoso. Pongo el principio por acá y los invito a darse la vuelta.

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Hablar de voz en literatura es un poco como pasar gato por liebre. Es una metáfora que, por cotidiana, abusamos sin considerar que ofusca y mistifica más de lo que ilumina. Digo esto con algo de culpa, porque hace año y pico, tras leer a una tallerista que esperaba mi feedback y escuchar, en lo que escribía, un algo que ni era materia de forma, ni estilo ni temática, le recomendé que leyera Pajarito de Claudia Ulloa Donoso. Le dije que, al hacerlo, más que en los cuentos que lo componían, se fijara en el despliegue de la voz narrativa que los articulaba. Yo no había leído el libro en dos o tres años, pero aun sin pensar en una trama específica, podía evocar algo que me parecía esencial y que juré que era precisamente eso, la voz de la escritura de Claudia Ulloa Donoso. Meses después, volví a repetir la sugerencia a otra persona, y yo, que dudo tanto y que no tengo la autoestima como para darme a sentencias, me sorprendí al decirlo con seguridad: Pajarito es el despliegue de una voz. Lo dije de pasada y comencé a sentir que había sido deshonesto con las colegas. No fue adrede, creo. En mi emoción e imprecisión confío que me refería a algo concreto, pero la intención ni es lo que cuenta ni pasa por sugerencia constructiva en el contexto de un taller. La verdad es que, hablando claro, de manera técnica y sin enredarnos con la cuica de lingüistas, no es para nada rebelde afirmar que una página no habla ni emite sonido. Decírmelo no implicaba entorpecer, como pensé en un inicio, aquella primera impresión, ni mucho negar que hay momentos en los que la literatura resuena en las mismas cámaras de la memoria y en la misma onda en las que resuenan los coros medio recordados de, por ejemplo, aquella vieja canción que nunca se grabó y que escuchaste una tarde cuando eras estudiante de la boca de una amiga de tu hermano, que improvisaba, y que te pareció tan potente que a veces, al día de hoy, te sorprendes cantándola. El asunto, entonces, es que, luego de darle cabeza, reconocí que cuando les mencioné la voz de Claudia Ulloa Donoso a las muchachas a lo que me refería era, principalmente, a dos elementos y gestos escriturales que, tocados en distintos canales, armaban, en conjunto, la experiencia sensorial de una voz.

Una vez me senté a re-leer el libro supuse que lo que me resonaba particularmente, era la manera en la que la escritura de Ulloa Donoso arma y hace ver el mundo.

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